Foto: En la Sala Egipcia se encuentra la única momia que
actualmente se exhibe al público en el Museo. Se considera que tiene una antigüedad de 2.700 años y fue donada por Dardo Rocha.
Por FACUNDO BAÑEZ
-Recién ahora estamos aprendiendo a cuidarlas. Es raro. Tanto tiempo allá arriba y ahora acá abajo, sin que nadie las puede ver.
abre comillasLa medida busca atender el reclamo de las comunidades aborígenescierra comillas
La museóloga Miriam Hara parece que hablara para sí misma. Mira un instante las fotos que aparecen en la pantalla de la PC y señala una con la flechita del mouse: son dos bebés momificados adentro de una vasija. Estudia la imagen y piensa un rato:
-Esa nos costó -dice-. La empezamos a limpiar y fue difícil. Son dos nenes. Por más tiempo que haya pasado, una no se puede olvidar que se trata de dos nenes.
Miriam trabaja en el área de Conservación del Museo de La Plata y, por momentos, se refiere a los restos que cuida como si fueran seres todavía vivos. A su lado está Silvia de la Cruz, técnica del área y con quien comparte la silenciosa tarea de conservar uno de los patrimonios más importantes y celados del lugar: las momias americanas que fueron retiradas de exhibición en 2006 y que ahora, lejos de la vista del público, se conservan en una sala especial del subsuelo a la que sólo los técnicos pueden acceder.
-Nadie puede entrar porque así se preserva mejor el ambiente -explica Miriam-. Hay que revisarlas cada tres días y hacerles un tratamiento contra la humedad y los hongos. Recién ahora dimos con la temperatura justa que necesita la sala, que es de entre 16 y 18 grados y un 55 por ciento de humedad. ¿Si está bien que nadie las vea? Está bien respetar el reclamo de los pueblos originarios. Pero no sé: me parece que a la gente se le podría mostrar aunque sea una fotografía...
Silvia escucha a su colega y parece dudar:
-Yo entiendo lo del respeto -dice-, pero la momificación natural es algo maravilloso y me gustaría que el público lo vea. Ahora se retiraron hasta los esqueletos y tampoco se pueden mostrar huesos humanos. Tienen que ser de plástico. Y yo te digo la verdad: a mí no me gusta que mi hija aprenda de un plástico.
Clic para ampliarDos años después de que los restos humanos pertenecientes a las poblaciones originarias fueran retiradas de las vitrinas, en la sala de Conservación del Museo platense el debate sigue tan intenso como el primer día. La medida, es bueno recordar, buscó atender el viejo reclamo de las comunidades aborígenes y alcanzó a 20 piezas expuestas en las salas de Antropología biológica, Arqueología argentina y Anatomía humana, y contempló además la devolución del cuero cabelludo y el cerebro conservado en formol del cacique Inakayal, cuyos huesos ya fueron entregados a principios de la década pasada a la comunidad Tecka de Chubut.
-Se trata de una cuestión ética -apuntan desde la dirección del Museo-. El retiro de este tipo de piezas ya lo decidieron centros como el Museo Etnográfico de Buenos Aires o el Museo del Indígena Americano de la Smithsonian Institution de Estados Unidos, y en todos los casos lo que se buscó es lo mismo: quebrar paradigmas y atender el reclamo legítimo de los pueblos originarios.
Fundado en 1884 sobre la base de las colecciones donadas por el perito Francisco Pascasio Moreno, no deja de resultar extraño que el Museo ahora esconda en su subsuelo lo que tiempo atrás supo ser uno de sus principales atractivos.
-Al principio la gente se enojó mucho pero después entendió -aseguran desde la dirección del lugar-. El tema genera la reflexión y es bueno que esto suceda. El modo en que estaban exhibidas las momias necesitaba una revisión porque la modalidad expositiva llevaba muchos años y no se daba en un contexto particular.
LOS HUESOS DE LA POLEMICA
Clic para ampliarMucho antes de terminar en habitáculos de acrílico de una sala inaccesible, incluso antes de ser exhibidas al público durante casi 30 años, las momias ocultas del subsuelo llegaron al Museo cuando su fundación todavía era algo reciente. Eran los tiempos en que el perito Moreno acrecentaba su colección personal de cráneos y el Museo parecía tener más fines políticos que científicos. Eran los tiempos de la Campaña del Desierto. Tiempos en que figuras como Alejandro Korn o el botánico Carlos Spegazzini, según varios revisionistas, colaboraban en la provisión de restos humanos a la comunidad científica local y el Museo de La Plata servía como piedra fundamental de una política que necesitaba instaurar la idea que la Patagonia era argentina y no de los araucanos o los mapuches. Eran otros tiempos. Iniciales y renovadores para algunos. Oscuros para otros. Hoy la historia hace su propia revisión y la antropología biológica parece casi avergonzada de su propio pasado.
Entonces la pregunta cae de madura: si nadie los puede ver, ¿por qué esos restos humanos siguen en el Museo?
-El de la restitución es un tema aparte -aclaran en la dirección-. Eso ya no depende de nosotros. Nuestra función es conservar a las momias, nada más. Si hay un pedido puntual para devolverlas a su comunidad, es algo que lo tiene que analizar el INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) y será la Nación quien decida qué se hacen con los restos.
Los restos, es bueno precisar, llegaron a fines del siglo XIX provenientes en su mayoría del sur y el norte de nuestro país. También hay algunos que llegaron de San Pedro de Atacama, en Chile, o del reino de Chimú, en Perú. Otros tiempos. Tiempos en que muchos pensaban que los indígenas eran inferiores y no merecían mejor suerte. En la hemeroteca del Museo, de hecho, una investigación realizada por el Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social comprobó que había catalogadas cinco muertes dentro del Museo. Sus protagonistas eran ni más ni menos que los indígenas que llegaron al edificio para terminar allí sus días, lejos de su tierra y expuestos como trofeos de una programada cacería humana.
Apasionante y controvertido, el dilema se plantea según el punto de vista con el que se lo enfoque: si debe privarse al público de un patrimonio que puede considerarse histórico y de la humanidad o si debe privarse a una comunidad de dar digna sepultura a sus ancestros. Pero hay algo claro: el reconocimiento de los derechos de los pueblos nativos en el mundo es hoy una realidad reconocida como un derecho humano básico, y en la actualidad varios países como Australia, Canadá y Estados Unidos estimulan a los pueblos originarios a participar en la gestión y control del patrimonio de sus antepasados.
En nuestro país, el debate sobre la exhibición de restos humanos se instaló con fuerza en 2005, cuando el Museo de Alta Montaña de Salta decidió exponer al público los cuerpos de tres chicos sacrificados por los Incas hace 500 años y que, debido al congelamiento, se habían conservado en perfecto estado
VIAJE AL FIN DE LOS TIEMPOS
Conservar una momia es como desafiar a la eternidad. El tiempo no pasa ni siquiera para la muerte. O mejor dicho: se trabaja para que el tiempo no pase y la muerte quede así eternizada, como si las manos de los conservadores, en el fondo, no hicieran más que cumplir con el secreto y silencioso deseo de esos cuerpos de seguir intactos y conservados hacia el fin de los tiempos.
-Los días más complicados son los de humedad -dice Silvia de la Cruz-. Ahí tenemos que estar con las momias y trabajar para que el ambiente no las deteriore. Al principio era raro pero ya nos acostumbramos. Tuvimos que ir aprendiendo a medida que íbamos haciendo el trabajo.
La puerta de la sala permanece cerrada y a las momias uno sólo las puede ver en fotos. Esas imágenes son las que ahora Silvia y Miriam muestran en su PC y describen con paciencia casi artesanal: llaman la atención la de los niños momificados adentro de una vasija y la de una mujer con una trenza intacta. Momias que uno recuerda haber visto alguna vez en la segunda planta del edificio pero que ahora, a la luz de los nuevos tiempos, permanecen como testigos principales de una época que ya no está.
-Tal vez el día de mañana nos juzguen por lo que estamos haciendo -dicen en la dirección del Museo-, pero es el costo que se debe pagar cuando se decide sobre un tema tan delicado.
Más allá de las discusiones que se puedan plantear para definir la nueva política de exposición, nadie duda de que la medida es histórica y está fundada en la clara decisión de revisar el origen de las colecciones con las que el Museo se nutrió en su etapa fundacional. En la actualidad, las únicas momias que se pueden ver son las de la sala egipcia, en la planta baja del edificio y donde permanecen tres cofres con restos momificados.
-Las egipcias pueden mostrarse porque no hay comunidades que pidan l